Capítulo 1 - Encuentro


Capítulo 1
Encuentro




Los rayos del sol se colaban por la rendijas de la persiana, iluminando parte de la habitación. Uno de los rayos fue a caer sobre la cama. Erik abrió un ojo y refunfuñando, volvió a darse la vuelta, intentando volver a dormirse. Pero le fue imposible.
Pasaron diez minutos hasta que resignado, alagó la mano hacia la mesilla de noche y tanteó hasta dar con el despertador. Miró la hora: las ocho y media.
Mierda. ¡Era muy pronto! Había jurado la noche anterior que esa noche dormiría por lo menos hasta las once de la mañana. Pero el sol, puñetero, había decidido jugársela, despertándolo a las ocho de la mañana de un sábado.
Casi de mal humor, se levantó sacando los pies de la cama. Si estaba despierto no se iba a quedar allí dentro, sin hacer nada. Dio un respingo y se arrepintió de su decisión cuando tocó el suelo con un pie descalzo. Estaba helado.
Dando un salto, llegó hasta donde tenía las zapatillas, se las puso y salió de la habitación. El pasillo del piso de arriba estaba en silencio, aunque venía un murmullo del piso de abajo. Miró las puertas de las habitaciones, que seguían cerradas. Seguramente, pensó, estarán durmiendo. Qué suerte tenían.
Entre bostezos, Erik fue bajando las escaleras sin mucho ánimo. Tenía sueño, pero sabía de sobra que no se volvería a dormir si volvía dentro de su cama. Llegó por fin al recibidor de la casa y mirando a ambos lados, se decantó por entrar en la cocina, de donde salía un delicioso olor.
Asomó la cabeza por la ventana que había en la pared.
Hola ―bostezó.
Buenos días cariño ―sonrió Victoria. Parecía que había amanecido con el pie derecho. Se la veía sonriente, alegre. Comparada con Erik era la alegría en estado puro.
Suspiró pesaroso.
¿Qué haces, mamá?
Tortitas. ¿Te apetecen?
Erik echó un vistazo alrededor de Victoria y vio que, a diferencia de él, había aprovechado la mañana. En la encimera habían dos platos, con una pila de tortitas cada uno. Eran doradas y esponjosas. Además, su madre tenía mucha mano para la cocina, en especial con las tortitas.
Se le hizo la boca agua.
Ven, siéntate ―le acercó una silla. Erik se sentó a la mesa y Victoria le sirvió una gran vaso de leche y la mitad de uno de los platos de tortitas dejándole caer caramelo líquido por encima, tal y como a él le gustaba.
Me conoces bien, ¿eh?
Soy tu madre, ¿cómo no te voy a conocer? ―Sonrió―. Por cierto, ¿qué haces despierto tan temprano?
Ya... ―mordió una tortita―. Ha sido la luz la culpable de despertarme, y ya sabes que cuando me despierto no me consigo volver a dormir.
Victoria sonrió y acarició su pelo rubio. Lo tenía suave y brillante. Sin duda había sacado el pelo de su padre.
Mientras Erik acababa con las tortitas, Victoria se puso a limpiar la encimera. No habían pasado ni dos minutos cuando del piso de arriba se oyó un portazo seguido de unas pisadas en la escalera.
Jack apareció en la cocina.
Buenos días, cielo ―sonrió Victoria―. ¿Qué tal has dormido?
Erik pensó que no había hecho falta la pregunta. La cara de Jack lo decía todo. Se le veía cansado, con algo de ojeras y los ojos entrecerrados. Tenía el pelo revuelto y estaba medio encorvado.
Sin duda, toda la pinta de alguien que ha dormido sobre un lecho de piedras.
Sin mucho ánimo, agarró una silla alta y se sentó al lado de Erik. Ahora, pensó Erik casi riendo, entra Christian diciéndole que tiene que trabajar y sin duda, le tiraba silla a la cabeza.
Jack miró a Erik, después al plato que tenía al lado y le cogió una tortita.
¡Hey!
Esh que yho no tengho ―balbuceó Jack con toda la boca llena de tortita.
Anda, toma y deja que quitarle tortitas a Erik ―Victoria le sirvió, al igual que a su hijo, un plato de tortitas con caramelo y un gran vaso de leche.
¿Qué tal has dormido? ―Volvió a preguntarle ella mientras se servía un vaso de café y se sentaba con ellos. Jack la miró cansado y no respondió al principio. Volvió la vista a la taza humeante que tenía delante, le dio un buen trago, y mirando a la mujer dijo:
Bien... ―Victoria sabía lo que quería decir Jack con aquello. Además la mirada de él lo decía todo. Erik los observó intentando averiguar lo que se decían sin palabras al mirarla él así, pero desistió y acabándose la leche que le quedaba de un trago se despidió y se fue a su habitación. Sólo cuando se oyó la puerta de su habitación cerrarse, Jack suspiró muy alto.
Ese sofá cama... me mata. La próxima vez duermo en el coche ―refunfuñó.
Lo siento. Vamos a la tienda y compramos otro, ¿quieres?
No, da igual ―puso las manos en los riñones―. Dios, es que me mata la espalda ―miró a la mujer―. Al menos espero que mi dolor de espalda no haya sido en vano.
Victoria se puso colorada.
No, bueno... me refiero a que... ―ella sabía lo que quería decir él―. Lo pasamos bien anoche.
Me alegro ―desvió la mirada. Había momentos en los que le gustaría no tener que compartir a su mujer con otro hombre. Pero resultaba que ese otro hombre también estaba casado con ella.
Aquello era difícil, había pensado Jack en un principio. Aunque a medida que fue pasando el tiempo en la tierra se fue haciendo mas llevadero... más o menos.
Al parecer, Christian vivía en una mansión alejada de allí, y de vez en cuando se pasaba por la casa a comer, o cenar , aunque en verdad hacía aquellas visitas fortuitas para ver a los niños, pero sobretodo para estar un tiempo con su unicornio, con Victoria. Solían sentarse y hablar sobre todo lo que había pasado en los días que no se habían visto. Habían veces que Christian tenía tanto trabajo que no se le veía el pelo en la casa en una semana, más o menos, pero siempre procuraba verlos al menos un día a la semana, y se solía quedar a cenar.
Pero había un problema. Uno más importante que el simple hecho de dar de comer a uno más, y era que, en uno de esos días que Christian se pasaba a ver a Victoria, quería pasar más tiempo con ella, pero un tiempo diferente, en privado, donde demostrarse el amor que el uno sentía por el otro, susurrarse palabras bonitas al oído como “te quiero” o “te he echado mucho de menos”, cosas que en público no se podían hacer. Por lo que, refunfuñando, cuando aparecían esas noches, Jack cedía su sitio de la cama matrimonial a Christian para que pasase la noche con Victoria, y él se iba a dormir a un sofá cama que habían comprado especialmente para aquellas ocasiones y que estaba en el despacho, una pequeña habitación en la segunda planta, justo al lado de la habitación de matrimonio.
Además el ruido que pudiesen ocasionar no se oía, la magia de Christian se ocupaba de ello, ya que conjuraba un hechizo que insonorizaba la habitación.
Y de lo que pudieran decir los niños no había problema. El invitado era muy cuidadoso con todo: antes de que amaneciera, abandonaba la casa, dejándolo todo tal y como habría estado un día cualquiera, por lo que a los niños simplemente les parecía que su tío venía a cenar y luego se iba.
Y estaban completamente equivocados con aquello, pero no sería ninguno de los tres quien se lo dirían.
Esto...Jack, necesito que vayas a comprar un par de cosas ―Jack la miró con la misma mirada de alguien al que inevitablemente se le están cerrando los párpados del sueño, y lo hizo además sin apartar los labios del vaso. Se dio cuenta que Victoria esperaba una repuesta suya, un tanto impaciente. Suspiró.
¿Qué tienes que hacer hoy? ―dijo apenas en un susurro.
Tengo clase de relajación respiratoria y de pintura y no me va a dar tiempo a todo. Además algunas cosas sólo están en el centro comercial de las afueras de la cuidad.
¿Quieres que vaya a ese centro comercial? ―La miraba con los ojos un poco más abiertos, un tanto sorprendido―. Eso está muy lejos, Victoria. Además, ―continuó―¿cuántas cosas son las que hay que comprar?
Pues un par de cosillas.
¿Y para eso quieres que vaya a un centro comercial que está en el otro extremo del mundo?
No seas exagerado. Al otro lado del mundo está China, y no el centro comercial, melón.
¿Acaso no puedes ir a un supermercado que esté más cerca?
Es que en ninguno tienen la mermelada que me gusta, Jack. ―Victoria se acercó más a él y le puso ojitos suplicantes―. Anda, Jacky... Ve a por mi mermelada, cariño mío... ―Estaba perdido. Aquella mirada que ponía Victoria era infalible, al menos con él en cuanto a conseguir cosas se refería. Y es que ponía una cara de pena, de perrito lastimero, a la que Jack no podía decir que no. Esta vez intentó resistirse. El centro comercial aquel estaba en la otra parte del mundo (y no la China) y llegar hasta allí significaba pasar casi una hora en coche y si había tráfico, entonces se convertían en casi hora y media... No la mires, decía una vocecilla interna, no la mires, no la mires...
Y la miró.
Suspiró exhausto.
Vale... Iré.
¿De verás? Gracias Jack ―lo abrazó de un salto. Menos mal que Jack había dejado la taza en la mesa momentos antes, porque sino ahora estaría en el suelo, hecha añicos.
Por cierto...¿Qué es eso de “Jacky”? ―preguntó extrañado, pero con una sonrisa en la cara.
Em....nada. Era que me pareció mono el nombrecito... ―Victoria volvió a ponerse colorada.
Ajá...
La mirada que le echó Jack no era nada convencida, pero en aquel momento no estaba para discutir.
En absoluto.
Por lo que, medio dormido, se acabó el café mientras escuchaba pasivamente a Victoria que le dio por hablar sobre tener en casa un perro o un gato, y que ella quería que se llamase Dama, si era una chica y Cairo si era un chico.
A Jack le pareció que aquella era una conversación demasiado importante para aquel momento. De todos modos, en aquel momento, cualquier conversación que pudiesen tener le parecía ser demasiado importante.
Suspiró una vez mas.
Cansado, cortó la conversación de Victoria excusándose de que tenia mucho sueño y que quería irse a dormir, por lo que ella accedió sin ningún problema, aunque se le notaba que quería pasar la mañana con él, o al menos compensar el tiempo que había pasado con Christian.
Jack se despidió y salio de la cocina en dirección a las escaleras. Las subió con poco aplomo, como si cada escalón se le hiciera un mundo subirlo. Además, si en ese momento se le ocurría a alguien entrar en la casa y lo veía, sin duda, pensaría que aquel hombre que intentaba subir las escaleras era el hombre mas vago del mundo.
Gracias a Dios que nadie llamó a la puerta.
Jack durmió hasta las por lo menos las once de la mañana, y por supuesto que lo hizo en la cama de matrimonio, no antes sin haber cambiado las sabanas, claro está.
Mientras tanto, Victoria estuvo pasando el aspirador a la casa y después se marchó a clase de pintura.
A eso de las nueve y media amaneció Alison. Desayunó y se marchó con unas amigas que vinieron a buscarla a casa, por lo que al final se quedaron los dos únicos hombres de la casa: Erik jugando con la consola y Jack roncando felizmente en su querida cama.
Querida no, amadísima. A pesar de que tenía un “don especial” (el de quedarse dormido en cualquier cama, sofá o silla si se lo proponía) aquel sofá lo mataba.
Simplemente podía con él.
Erik estaba viendo la televisión cuando su padre entró por la puerta.
¿Preparado? ―Preguntó.
¿Preparado para qué? ―No levantó los ojos de la tele. Jack suspiró y se interpuso por en medio del aparato y el muchacho.
¡Hey!
Hey no ―dijo Jack―. No te quejes.
Aparta, papá.
Muy bien―dándose la vuelta, y muy sutilmente, le dio al botón “power”. Súbitamente la televisión se quedó sin vida y Jack se volvió para mirar a su hijo. Este abrió la boca para replicar pero su padre se le adelantó―. Y no me repliques.
Erik suspiró malhumorado.
A ver, ¿por qué esto?
Sin previo aviso y como si le pareciese divertido, Jack sonrió lo que desconcertó bastante al chico.
Tu madre quiere que vayamos de compras, Erik. Tú y yo, al centro comercial ese que está al otro lado de Nueva York.
¿A ése? ¡Pero si está muy lejos!
Venga, ―insistió sentándose en la cama a su lado― podemos pasar un día solos tú y yo, padre e hijo. ¿Qué te parece?
Erik observó pasmado a su padre, que sonreía abiertamente. Sin duda Jack era el perfecto amigo, la clase de persona a la que puedes llamar a las 4 de la mañana para que te venga a recoger al aeropuerto y te recogería en pijama para darse más prisa. Agradeció tenerlo como padre.
Y además,―continuó, mirándolo―podemos pasarnos por esa tienda de videojuegos y ver ese de tiros que acaban de sacar...
¿Qué? ¿De verás? ―A Erik le brillaban los ojos.
¡Pues claro!
El chico sonrió abiertamente y le dio a su padre un puñetazo suave en el hombro a modo de complicidad y de un salto, se puso de pié.
Entonces, ¿vamos? ―Jack lo miraba sentado desde la cama. Erik había cogido el abrigo y se estaba poniendo una manga.
¡Venga! ¿A qué estamos esperando?
Su padre soltó una carcajada y entre risas salieron de la casa y montaron en el Land Rover rojo, que arrancó a la primer, y mientras Erik le iba contando cómo era el videojuego que quería (según había visto en los anuncios), el coche se alejó tranquilo de la casa, que sin ellos dos, se había quedado del todo vacía.



Era la primera vez que no pillaban atasco, según pensó Jack mientras atravesaban la autopista, lo que era toda una suerte. Ir por allí en hora punta era, literalmente, un infierno. Te podías tirar hora y media habiendo recorrido sólo treinta y cinco kilómetros, algo que sin duda podía matar a alguien del aburrimiento, más que nada.
Pero aquel día era diferente, o al menos era lo que pensaba Jack. Parecía que a pesar de que el día había amanecido no del todo bien, estaba mejorando a medida que pasaba.
La nevada de hacía apenas unos días aún no había desaparecido del todo, y por algunos tramos de la autopista se veían montículos de nieve que los quitanieves habían apilado para facilitar el paso a los coches que transitaban el lugar.
El Land Rover llegó hasta el centro comercial y aparcó en el sótano. Los dos ocupantes salieron de la parte delantera del coche, no sin antes abrocharse bien los abrigos hasta arriba. El día era frío, y a pesar de que era primeros de noviembre, el invierno se había adelantado. No es que hiciera mucho frío, no, simplemente era que corría un viento helado intenso que calaba hasta la médula.
Pero qué se le iba a hacer.
Según habían hablado por el camino, irían primero a comprar lo que les había pedido Victoria que lo llevaban apuntado en una pequeña lista y más tarde irían a la tienda de videojuegos, tal y como le había prometido Jack a Erik.
Se metieron en el supermercado que en ese momento estaba abarrotado de gente. No es que hubiese mucha, pero tampoco había poca, que se dijese. Agarraron una cesta y se dispusieron a buscar cada uno de las cosas que llevaban apuntadas, que iban de lo más simple, como era el pan, hasta lo que costaba de encontrar en otras tiendas, como era la mermelada de jengibre. Y justo por eso estaban allí metidos. Aquella mermelada solo se encontraba en ése supermercado del centro comercial, y eso que Jack había buscado por varias tiendas de la cuidad para evitar ir hasta la otra punta de Nueva York sólo por un tarro de mermelada.
Pero si aquello hacía feliz a Victoria, no sería Jack quien se lo negase.
Se pasearon por los largos y altos del lugar, buscando entre los productos en busca de lo que ponía en la lista que llevaba Erik en la mano, mientras Jack llevaba el metálico carrito de la compra.
Habían pasado alrededor de diez minutos desde que empezaron la compra, y ya apenas le quedaban productos por coger. La lista estaba casi toda tachada, marcando lo que ya tenían. Estaban en el pasillo de las patatas fritas, buscando unas en particular que le gustaban mucho a Erik. Y como era a este al que le gustaban, pues era él quien buscaba. Mientras, Jack pasaba la mirada por entre la cantidad de bolsas de patatas fritas que habían allí, distraído. Nunca había caído en la cuenta de la la cantidad de marcas que podían haber de un mismo producto.
Diferentes tamaños, colores, formas... Todo un mundo de colores.
Miraba de un lado a otro, aburrido cuando de pronto, un hombre que había allí le llamó poderosamente la atención. Su aspecto le era vagamente... ¿familiar? El hombre se volvió y se encontró con la mirada de Jack, que sorprendido giró la cabeza hacia su hijo. Erik encontró en ese momento la bolsa que quería y siguieron a lo largo del pasillo.
Jack se quedó pensativo.
Aquel hombre, al mirarlo se había quedado paralizado al verle, como si hubiese visto un fantasma.
Bah, pensó intentando no pensar más en ello. Sacudió la cabeza y siguió como si nada hubiese pasado.
El hombre se quedó viendo cómo se alejaba Jack, inmóvil en el suelo, con los ojos como platos y con un sudor frío que le recorría la frente.
Tío, tío —una chica le estiraba de la manga de la chaqueta—. Tío, ¿qué sucede?
No... —Fue lo único que pudo vocalizar aquel hombre—. No puede ser...



La cafetería estaba llena de gente, quizás era porque era una de las pocas del centro comercial o simplemente porque fuera hacía mucho frío. Lo que no había ninguna duda era que aquello estaba a reventar. Por suerte, Jack había cogido una mesa libre y ahora se encontraba junto a Erik, tomando los dos una taza de chocolate.
Qué suerte hemos tenido, ¿eh papá? —Exclamó Erik.
Sí. ¿Te está bueno?
Mucho —bebió un sorbo de su taza y con la boca manchada le preguntó mirándolo—. ¿Qué haces?
¿Mmm? —Jack estaba sumergido en el Internet de su móvil—Le estoy mandando un email a tu madre. Le digo que iremos un poco más tarde, que todavía nos queda por pasar por la tienda de videojuegos. Mejor que no le ponga eso que sino me mata.
¿Te arriesgas, eh Jack?
Para ti papá. Quizás cuando tengas más edad te deje llamarme Jack, pero por ahora no te tomes esas libertades Erik —dijo medio sonriendo. En verdad no le regañaba, solo estaba de broma con él—. Y sí, con tu madre me la juego bastante con esto, sobretodo cuando me sacaste un cinco en el examen de historia. En verdad no debería comprártelo.
Pero me quieres, ¿a que sí? Además, estamos en Navidad.
No adelantes días, que todavía estamos en Noviembre. Te quiero, sí, pero tengo mis límites. Lo que no puedo hacer es comprarte un videojuego después de que saques mala nota en un examen.
Te prometo que en el próximo sacaré más nota, de verdad.
Jack lo miró pensativo, como si sopesase las opciones mentalmente.
Eso espero —rió— o sino, tu madre me mata. Pero iremos más tarde. Ahora céntrate en acabarte el chocolate, anda.
Erik asintió con la cabeza y bebió de su taza. Jack acabó de mandar el email y dejó el móvil a un lado.
Suspiró mirando a la gente, que cargados con bolsas navideñas se arremolinaban enfrente de las cafeterías y restaurantes, buscando refugio de la nieve blanca que caía en el exterior. Volvió la vista a la pared de cristales que se alzaba detrás de él, y sólo vio la imagen de un muchacho rubio con ojos verdes, que sentado junto a un chico, le miraba fijamente.
Cerró los ojos pesadamente.
Habían pasado catorce años, catorce años donde había luchado frente a un dios, había salvado a un mundo entero del caos total, se había casado con Victoria, había tenido un hijo y ahora estaba en la Tierra. Sin embargo, parecía que el tiempo no había pasado por él, ya que la imagen que le devolvía el cristal era de poco después de que se fuera a Idhún.
Parecía que tenía diecinueve años.
De pronto, alguien le tocó el brazo.
Disculpe.. .—una voz masculina sonó detrás de él. Jack se volvió y... se quedó helado.
Ante él se alzaba la figura del hombre que había visto momentos antes en el supermercado. Le acompañaba una muchacha.
¿Jack?
Esa, quizá fue la gota que colmó el vaso. Era imposible, aquello no podía estar pasando. No puede ser, quiso decir Jack, pero de sus labios no salió ningún sonido, ni siquiera se movieron.
Estaba paralizado.
¿Jack, eres tú? —el hombre siguió preguntando.
Sin una palabra, Jack se levantó del asiento, mirando al hombre.
¿Tío...Sam?
El hombre sonrió y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Abrió los brazos.
Y Jack lo abrazó.


12 comentarios :

  1. Por fin acabé de leer el capítulo 1!! está genial! El tío Sam era el tío que tenía Jack en la Tierra, y que no quiso avisar de la muerte de sus padres, no?
    en fin, me encanta! Enseguida me leo el capítulo 2!

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    1. Gracias por leertelo! Me alegro de que te haya gustado! ^^
      Sam es el tio de Jack que hasta este momento creía que Jack estaba muerto.
      :)
      Hay trama.... más o menos.... :D
      Gracias por pasartee!!
      SALU2!

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  2. Buah, que bueno, dios que crack apuntate una fan, amig@ escritor

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    1. Vya, gracias! Espero que te gusten los demás capítulos ;)
      Salu2 anónimo :D

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  3. eres increible. Me encantas como escritora ¿cuantos capitulos crees que tendrá tu libro?
    besos

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    1. Hola Lydia Blanco:
      O//////O ASDFGHJKHGFDSASAFGLHSGS ¡MUCHISISIMAS GRACIAS!
      La idea de escribir un libro se me presenta algo lejana, sinceramente. Al menos por ahora pero no pierdo la esperanza de dar con una bune ahistoria y quién sabe, llevarla al papel ;)
      Lo de los capítulos... depende xD
      Muchas gracias por pasarte y un besazo *3*

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  4. Guaaaaaaao
    Vales para ser escritora. ..

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    1. Hola Anónimo:
      Muchas gracias!! Sí que me gustaría serlo la verdad :D

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  5. Una pregunta : mas adelante nos contaras que a sido de sizuko y los sheks o solo te vas a centrar en la histoia de la familia?

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    1. Hola Anónimo:
      Queda mucha historia por delante, pero tranquilo que todo llegará. No adelanto nadaa xD

      Un saludo!

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  6. Solo una cosa cristian y victoria tuvieron una hija no ??

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  7. Mola mucho pero lo único q espero es q vuelvan a idhun

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