Capítulo Especial de Jack


Capítulo Especial de Jack
"Entrenamiento"


Jack salió de la sala de entrenamientos justo al sonar el último grito del profesor que indicaba el final de la sesión. Volvió a envainar la espada y la colocó otra vez en el estante. Se quedó mirándola por un instante. Le había cogido cierto cariño a aquel arma. Era larga, ligera y afilada. La empuñadura estaba recubierta por una tira de cuero granate vieja que recubría lo que era la superficie del mango, y en la empuñadura, cuando se acercaba a la hoja, se dibujaba con suaves formas la cabeza de un dragón plateado, con poderosos cuernos, que parecía morder la hoja del arma con furia, como asegurándose de que no se separaban ambas partes.
Era fantástica, pensaba Jack. Por supuesto, no era como Domivat, pero a estas alturas, ya no guardaba ninguna esperanza de volver a empuñar su espada nunca más. Idhún había quedado muy atrás y Domivad pertenecía a él, a el pasado. Removerlo sólo iba a hacer que se deprimiese aún más.
Lanzando un profundo suspiro, se dio media vuelta y se marcho en dirección al vestuario. En aquel momento lo que más ansiaba era una buena ducha fría.
―Ey Jack ―gritó una voz.
El profesor lo miraba sonriente desde la otra punta de la sala. Estaba recolocando las espadas en sus estantes. No había nadie más en la sala.
―Buen combate, chico ―dijo el hombre, reconociendo el espíritu luchador de él―. La próxima vez ten más cuidado con Jane, o la decapitarás. Tranquilo, ¿ok?
Lo decía en tono burlón, pero se advertía el aviso. Jack sonrió, cómplice. En absoluto le apetecía hablar. Estaba sudoroso, molido, y las palmas de las manos le dolían de la cantidad de fuerza con la que había aferrado la espada.
Como ninguno de los dos volvió a decir palabra, Jack dio el tema por zanjado y marchó hacia las duchas. La próxima vez tendría más cuidado.
Ya en el vestuario, agarró su bolsa de deporte y se metió del lleno en una ducha vacía. Muchos hombre se desnudaban en el vestuario y pasaban como Dios los trajo al mundo a las duchas. Jack, en cambio, no. No era vergonzoso ni nada por el estilo. Lo que en verdad ocurría es que, durante el tiempo que pasó en Idhún, las múltiples batallas en las que se enfrentó dejaron algún estrago en su piel. No eran muchas cicatrices, pero aun así, si alguien las veía, formularían la típica pregunta que se hacía en estos casos: “¿Y cómo te la hiciste?”Una vez tuvo que responder a esa pregunta, pero no fue delante de ningún desconocido, sino de su hijo y la respuesta se le atragantó tanto que desde ese momento decidió en que no había ninguna necesidad de que supieran la verdad. Por lo que, otra vez como muchas otras, pasó a la ducha con la ropa. El que inventó aquel gimnasio era un tipo bastante inteligente, porque había hecho los habitáculos de las duchas bastante espaciosas, colocando en una de las paredes del cuadrado un pequeño banquillo de madera, seguramente para depositar la ropa si alguien decidía entrársela consigo.
Muy practico, pensó Jack.
Dejó la bolsa de deporte, se desvistió y abrió el agua fría al máximo. El contacto del agua con la piel fue delicioso. Muchos dudarían de la cordura del chico si entrasen en ese mismo momento en el habitáculo. Nadie se ducha con agua helada en pleno Noviembre a no ser que esté mal de la cabeza.
Nadie, salvo Jack.
Aquellos momentos en la intimidad, que ni siquiera el hogar es capaz de dártelos, eran buenos para reflexionar sobre todo lo acontecido aquellos días. Momentos para poner en orden las ideas.
Jack empezó a reflexionar sobre lo que le había dicho James, su profesor de esgrima, y se sintió fatal. Había hecho pagar a la pobre Jane, una muchacha de 18 años aproximadamente, delgada, de pelo rubio y ojos añiles, el enfado de él. Otra vez ―cómo no― se había enfadado hasta la médula con Christian, y siempre era por lo mismo: su carrera como cantante. Al parecer a Christian le habían ofrecido promocionar en un mini-anuncio, unos cascos de música, y le pagaban a cambio una suma importante de dinero. Christian ―cómo no― lo había despachado de una manera que rozaba la mala educación. Jack, que como guardaespaldas, había estado junto a él en el momento de la trifulca, se había mosqueado por las maneras usadas con el representante de la casa, y se lo comentó a Christian.
―Te has pasado ―le dijo justo después de que Christian le cerrase la puerta en las narices al hombre.
Lo miró.
―Saben cómo soy, lo que me gusta y lo que no ―susurró entre dientes―. Y esto es una de las cosas que más detesto, Jack.
Y tenía razón, pero las maneras que había usado con aquel pobre hombre no eran nada apropiadas para una estrella del rock como lo era él, ni tampoco humanas.
Es que él no es del todo humano, había pensado para sus adentros.
―Sea como sea, eres un icono para las masas, y debes de dar ejemplo.
Dar ejemplo para Jack significaba tratar a la gente con educación, sin gritarles, ni insultarles ni cerrarles la puerta en las narices, justo como acababa de hacer Christian.
El joven cantante no respondió ante aquello. Se limitó a volver a la silla de su despacho, indiferente y le devolvió la mirada a Jack.
―¿Te vas a quedar así? ―Le dijo molesto―. ¡Por Dios, Christian! ¡Tampoco era para tanto!
―Tú no eres quién para decirme lo que debo o no debo hacer Jack ―susurró Christian, arrastrando las palabras con desprecio.
Y aquello fue la gota que colmó el vaso. Lleno de ira y sintiéndose miserable y humillado, Jack dio media vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí con suma violencia.
Hasta aquí podíamos llegar.
Dentro de él, había sentido cómo Yandrak luchaba con garras y fuego por tratar de destripar a la serpiente. Lo único que podía hacer en aquel momento era desaparecer del lugar, o la furia con la que se desataría su dragón sería terrible.
Momentos más tarde, aparcaba el coche frente a la escuela de esgrima Fire Swords. El cartel luminoso del local parecía parpadear al ritmo del trafico de la pequeña avenida en la que estaba expuesto.
El ambiente estaba caldeado cuando entró. Un par de muchachos calentaban en un rincón del local.
Un hombre alto, y anchos de hombros, acudió a recibirle.
―¿Preparado Jack?―sonrió.




Y ese Preparado Jack se había convertido en una clase donde el muchacho lo había dado todo de sí, golpeando con furia a su contrincante: Jane. Horrorizada, seguramente la muchacha había temido por su cuello más que nunca.
Pobre chica, pensó Jack mientras se aclaraba el pelo. Sin duda, le debía una disculpa, y se la daría en cuanto la viese.
Mientras, sólo le quedaba pensar, y acabar de ducharse.
Aunque dos sentimientos lo golpeaban sin tregua: por una parte, estaba el odio que sentía hacia Christian, esa serpiente que todavía no sabia por qué, seguía trabajando para él, pero por otra parte, no se quitaba de la cabeza que casi por su idiotez, o tal vez fuera por su inmadurez que Jane casi moría. Cegado por su ira, sin quererlo, podía haberla matado en un mandoble de los suyos. Matar a alguien, alguien que no representase una amenaza o un peligro para él no entraba en sus planes.
Ni ahora ni nunca.
Suspiró largamente. Todo esto casi le costaba la vida a una persona.
Cansado de darle vueltas y más vueltas al asunto, decidió poner punto final al tema. Cerró la ducha, se secó, se vistió y salió del vestuario con la bolsa de deporte al hombro. El aire frío de la noche le golpeo en la cara cuando puso un pie fuera del gimnasio. Hacia poco menos de media hora que había anochecido, aunque todavía se seguía viendo gente ataviada con enormes abrigos de plumas cruzar de una punta a otra la calle, con prisa. Seguramente estarían calados hasta los huesos del viento frío que corría.
Si se piensan que esto es frío es que no han estado en Nanhai, pensó para sus adentros Jack sonriendo, y echó a andar por la semioscura calle. Tenia en coche aparcado encima del bordillo al otro lado, justo en la dirección contraria en la que se dirigía. Pero no pensaba coger el coche. No al menos en ese mismo momento. Antes quería despejarse, respirar un poco. Pero en soledad. No le apetecía la compañía de nadie.
Aquella noche era únicamente de él y de nadie más.



El Hot coffee era una pequeña cafetería―bar que estaba situado en la esquina de una calle secundaria. Era bastante grande, con las paredes de cristal en su plenitud y las mesas redondas, de patas blancas y madera oscura. Aquel garito llevaba cerca de 20 años abierto y sin duda, había visto mejores tiempos. La ampliación de la ciudad no le hizo ningún bien. Por lo que Jack sabía, el propietario original había acabado arruinándose y lo mismo le había pasado al estado del local, aunque ahora que había cambiado recientemente de dueño parecía que poco a poco, recuperaba su esplendor perdido.
―Gracias ―dijo Jack cuando la camarera le sirvió un sándwich y una Pepsi.
―Estaré por aquí si me necesitas ―le guiñó un ojo, y se alejó, moviendo de manera provocativa las caderas.
Jack se quedó embobado mientras la veía alejarse. Sacudió la cabeza. ¿Acababan de coquetear con él? Sí, y además de forma descarada. Dicen que a los hombres les gusta que de vez en cuando una chica les recuerde lo guapos que están, pero Jack no era de esos. Es más, a pesar de tener casi 30 años―aunque aparentaba sólo19―, de que hubiera luchado en varias batallas y de que tuviera un alma de dragón todavía seguía ruborizándose ante cosas como aquello.
Suspiró.
Si le dijera que estaba casado y con dos niños...
Bebió un trago de la Pepsi y miró a través del cristal, devolviéndole éste su propio reflejo. Fuera, una triste farola alumbraba la calle, iluminando en su aureola dos coches un tanto viejos ya, que permanecían inmóviles hasta que sus respectivos dueños los arrancasen para largarse de aquellas frías calles donde la oscuridad era la protagonista. Giró la cabeza y decidió centrarse en el sándwich que le aguardaba en el plato. Tenía un hambre voraz después de haberse pasado casi 3 horas de duro entrenamiento y no pensaba esperar más tiempo a devorarlo. Le dio un par de mordiscos y se creyó en el cielo.
¡Está buenísimo!, se dijo para sí mismo. Era por esa razón que siempre iba a aquel establecimiento. A pesar de la pinta que pudiese tener, el cocinero del local, Lafayette, hacía virguerías con la comida, transportando a Jack hasta el noveno cielo.
Pasaron poco más de diez minutos hasta que la campanita de la puerta sonó de nuevo, aunque Jack estaba tan metido en su comida que no se volvió para ver al nuevo cliente que acababa de llegar. Aunque éste sí que se giró para verlo. Es más, lo reconoció.
―¡Jack!
El muchacho, con la boca llena, ladeó la cabeza para ver quién interrumpía su comida.
Impresionante.
No era nadie más ni nadie menos que Jane.
Hablando del rey de Roma...
Tragó como pudo la comida, que casi hace que se atragante justo en el momento en el que vio que Jane, sonriente, se precipitó hacia su mesa.
―¡Vaya! ¡Esto sí que es una coincidencia!―exclamó alegre mientras se sentaba en el asiento de enfrente de él y se quitaba el abrigo rojo que llevaba sobre los hombros―.¿Qué hace un chico como tú en un lugar como éste?
―La...la comida está buenísima―dijo tartamudeando.
Casi la decapito y está tan feliz...
―¿De verás? Nunca he comido aquí.
―¿Tienes hambre? ―Preguntó el joven, todavía un poco impresionado por la aparición de la chica.
―Un poco sí.
―Vale. Te invito a algo.
―¿Qué? No Jack. No quiero que pagues tú ―se negó Jane.
―¿Y que hay de malo? ¿Acaso no puedo invitar a una amiga del entrenamiento a tomar algo?
Fue pronunciar la frase y de pronto, como si lo hubiese escuchado mentalmente, la camarera que había coqueteado momentos antes con Jack se plantó delante de la mesa con la libretita y el bolígrafo en las manos.
―¿Qué vas a querer guapo?
―Vale. Tráigale a mi amiga una Pepsi y un sándwich especial, por favor.
Si las miradas matasen, Jane habría sido fulminada al instante y aquella camarera habría pasado a ser enemigo público número uno. La mujer lo apuntó de mala gana y se largó de la mesa con sus altos tacones negros. Jack volvió la vista hacia su acompañante que como él, había visto la mirada de la mujer.
―Vaya... ―empezó el.
―Creo que ésa quería algo más que tomarnos nota, Jack ―Jane levantó una ceja como si quisiera marcar el doble significado de su frase.
―Te gusta la Pepsi, ¿verdad? ―cambió de tema rápidamente. Le incomodaba hablar de semejante tema con alguien al que apenas conocía.
―Sí, claro. Mucha gente dice que nota la diferencia entre la Coca-Cola y la Pepsi, pero yo no soy de ese grupo.
―Yo tampoco ―sonrió el muchacho.
―Y ¿qué haces por aquí? ―preguntó Jane―. Cuando te he visto salir tan rápido del gimnasio creí que tenías que irte por algo urgente.
―¿Qué? No, no. Era que el agua de las duchas me ha dado un poco de hambre. Nada más.
Es que casi te corto la cabeza y me daba vergüenza plantarme delante de ti, sólo éso, pensó. Suerte que Jane no tenía poderes telepáticos.
Justo en ese momento, la camarera regresó con el pedido de Jack y lo depositó sobre la mesa, no sin guiñarse antes un ojo a Jack. Pero éste no lo vio, aunque Jane sí. La camarera volvió a irse.
La chica agarró un trozo del sándwich y se lo llevó a la boca.
―¡Está buenísimo!―balbuceó con la boca medio llena.
Jack sonrió.
―¿Verdad? Me encanta este sitio por eso. En ningún lugar de Nueva York los hacen igual.
―Ya lo creo ―aprobó ella―. Y dime, ¿por dónde vives? Siempre te veo desaparecer en coche cuando acaban las clases.
―Bueno, yo...
―¿Qué? ¿Vives con tus padres?
―¿Yo? No, qué va ―negó azorado el chico. No quería dar la imagen de un chico casi adulto que todavía viviese con sus padres―. Tengo un piso casi a las afueras.
―¿A sí? Y, ¿estudias o trabajas?
―Estudio.
Mentira y gorda, pero al fin y al cabo, ella no lo sabía.
―¿El qué?
¿El qué? ¡Pues una carrera! A ver si te crees que me pongo a estudiar las baldosas del suelo de mi casa, pensó molesto. Jane se estaba haciendo un poco pesada en cuanto a preguntas se refería. Las primeras habían sido fáciles de responder, sí pero ¿y aquella? Podía decir una carrera al azar, pero por casualidad Jane podía conocer a alguien de la universidad que negase la existencia del chico por aquellas aulas. Era una idea exagerada, sí, pero hoy en día con Facebook todo era posible.
―Pues... telecomunicaciones.
―Vaya ―admiró la chica―. ¿Y qué tal está la carrera?
―Bien, no está mal ―dijo con simpleza, como si esa carrera fuese un paseo en bici―. Por cierto, Jane, ¿cuántos años tienes?
―Dieciocho ―sonrió dando un trago a su vaso―. Los llevo bien, ¿eh?
―Sí ―aquella ocurrencia le sacó una sonrisa―. Y ¿estudias?
―Bellas artes.
―¿De veras? Eso significa que te gusta dibujar, ¿no?
―Sí, mucho. Llevo dibujando desde que tenía... nueve años y desde entonces me apasiona dibujar.
―Vaya... ―dio un sorbo de su Pepsi―. Yo antes dibujaba, bastante bien, la verdad. Me gustaba bastante, pero lo fui dejando poco a poco y ya no lo he vuelto a tocar, aunque me gustaría volver a retomarlo. Seguro que ahora cualquier cosa de trace me sale pésimamente mal.
―Si quieres, yo puedo enseñarte ―se ofreció Jane.
Jack la miró y sonrió.
―Gracias Jane, pero he exagerado: no soy malo, soy peor.
Ambos se echaron a reír. Era cierto que hacia demasiado tiempo que Jack no tocaba un papel ni un lápiz para ponerse a dibujar. En ningún momento lo había necesitado, aunque cuando Erik empezó a ir al colegio con apenas tres años y le mandaban la típica hoja de ejercicios de dibuja un coche o pinta la casa, pues ahí el niño había necesitado cierta ayuda. Al principio Jack, queriendo ejercer de la figura paterna que le tocaba representar, se ofreció para ayudar a su hijo, pero no pasaron ni diez minutos hasta que, con una vocecilla sutil dijo: Victoria, ¿cómo corcho se dibuja un coche? Y desde entonces, se había dado cuenta que la pintura no iba con él.
Permanecieron ambos en silencio, más que nada porque Jane estaba acabándose su comida y con la boca llena no se la iba a entender en absoluto. Jack aprovechó el momento para mirar por la cristalera de nuevo a la calle, melancólico, pensando mentalmente mil maneras de solucionar su altercado con Christian. Tenía varias opciones. La primera: matarlo. Sonrió. Eso sería muy efectivo, ya que cortaría la fuente de problemas de raíz, aunque estaba por medio Victoria, cosa que le fastidiaba el plan A. La segunda sería decírselo a Victoria, a ver qué opinaba. Pero, ¿qué tenía que ver ella en un altercado ocurrido entre ellos?
Nada, pensó Jack. La tercera opción ―y la más sensata quizás― era no decir una palabra del asunto y olvidarlo, como si nunca hubiera existido. Eso sería lo mejor, ya que todo se olvidaría y las cosas volverían a su cauce. Aunque sin embargo, a él le costaría olvidar una ofensa así.
Mejor olvidarlo, se dijo a sí mismo entre dientes.
―Es un poco tarde ya, ¿no?
Jack ensimismado, volvió la vista despistada hacia la chica sin saber lo que le había preguntado.
―¿El qué?
Jane sonrió abiertamente. Siempre lo había visto serio o alegre, como en esa tarde, pero despistado nunca, lo que le hizo mucha gracia.
―Decía que se estaba haciendo un poco tarde ya.
Jack miró instantáneamente el reloj.
―Sí que es tarde. ¿Nos vamos?
―Vale ―Jane se puso el abrigo sobre los hombros y la bufanda que llevaba―. Voy a pagar.
―¿Qué? No, voy yo.
―Déjame Jack. Llevo un poco de dinero encima.
Jack, más rápido que ella, había sacado un billete de veinte dólares y andó rápidamente hacia la barra del local donde esperaba la camarera. Estaba apoyada delante de la barra, con pinta de estar cansada, mascando chicle con la boca abierta sin ningún reparo y los pies cruzados delante de ella. Con los ojos pintados con un excesiva cantidad de rímel y sombra negra, miraba el reloj que había encima de la puerta de los lavabos, esperando quizás la hora a la que le tocaría ser libre de aquel calvario, pero al parecer, su actitud cambio cuando vio aproximarse Jack hasta donde ella estaba. Se puso totalmente recta, se tragó el chicle y alisó su falda.
―Hola guapo. ¿Qué quieres?
―¿Me cobras? ―mostró el billete que llevaba en la mano.
La mujer miró hacia la mesa y calculó mentalmente la cuenta.
―Serán en total trece con veinte, ¿o tu amiga paga a parte?
―No. Todo junto.
―Bien―susurró cogiendo con sus largas uñas rojas el billete. Se dirigió a la caja registradora y la abrió.
―No te preocupes ―dijo Jack delante de la barra. La mujer se volvió, extrañada―. Quédate el cambio.
Y le guiñó un ojo. Aquello descolocó todavía más a la mujer, que le sonrió a su vez, pero ésta vez con una sonrisa sincera, guiñándole un ojo.
―Hasta la próxima Jack.
Jane, que observaba la situación desde la puerta, ya ataviada con su abrigo de paño, salió en el momento que el muchacho le abrió la puerta de la calle.
―Bueno, ―suspiró ella― yo me voy ya por aquí, Jack. Gracias por la comida.
―Si quieres te llevo en coche ―se ofreció el chico―. Lo tengo aparcado aquí al lado.
―Gracias, pero no quiero darte más problemas. Yo cojo ahora después el metro y me deja en la puerta de mi casa.
―Jane, no mientas que sé que tienes que andar un buen trozo hasta tu casa. El otro día te oí comentarlo en el gimnasio.
La chica bajó al mirada y se pasó la lengua por los labios. La habían pillado.
―Entonces, ¿te llevo?
Jane levantó la mirada y vio que sonreía. Sonrió.
―Vale.
Empezaron a andar en silencio por la calle, iluminada a penas con un par de farolas. No tardaron en llegar al coche, que estaba a unos doscientos metros de ellos, aparcado encima de la acera, inmóvil ante el frío de la noche. Jack apretó el botón de la llave y las luces parpadearon.
―Vaya ―dijo impresionada Jane―. ¿Éste es tu coche?
―Sí. No es un deportivo pero a mí me gusta bastante ―admitió simplemente.
―Está genial.
Jane se sentó en el asiento del copiloto y cerró la puerta.
―Bien, pues vámonos.
Y el coche se movió, poniéndose en marcha por la calle que habían recorrido momentos antes. Jack encendió la calefacción.
―¿Quieres música?
―Vale ―Jane encendió la radio―. Elijo yo la emisora.
Empezó a tocar botones y pronto, una melodía un tanto pegadiza y con mucho ritmo empezó a sonar.
―¿De quién es? Me suena pero no logro identificarlo.
―¿No sabes quién es? Es Madonna con la canción Give all your love.
―¿Es ésta? ―si era eso, su oído musical se había ido al traste. Qué viejo se sentía.
―Más o menos. Esta versión es un remix que ha hecho con LMFAO y Nicky Minaj
―Ah ―suspiró aliviado―. Empezaba a pensar que ya me había hecho demasiado viejo.
La chica rió ante ello, y como si se sintiera más cómoda ahora más que antes, empezó a mover la cabeza al ritmo de la música. Jack la miró y la imitó. El coche se incorporó a la avenida. La casa de Jane estaba un poco a las afueras, un tanto lejos de la academia. No vivía especialmente en una casa acomodada. Su familia no tenía demasiados recursos, pero se esforzaba en que al menos, uno sus miembros saliese adelante con su vida.
Cuando la canción acabó, Jane paró de mover la cabeza y los hombros al ritmo.
―Está genial, ¿a qué sí?
―Sí, genial. Tengo que buscarla en Internet ―dijo sonriendo.
―Si quieres luego te la paso por el móvil ―se ofreció, mirando por la ventanilla.
Entonces, Jack se acordó de que tenía algo pendiente. Le debía una disculpa a la muchacha por el violento entrenamiento que le había echo pasar, donde así le dejaba sin cabeza.
―Jane, yo... ―empezó. La chica volvió la cabeza y lo miró―. Me he pasado en el entrenamiento y lo siento muchísimo.
―Bah, no pasa nada ―sonrió―. Seguro que hoy tenías un mal día y necesitabas desahogarte. Todos tenemos días así. No necesitas pedirme perdón.
Jack se sorprendió. ¿Acaso le había leído la mente? ¿Sabía lo de su enfrentamiento con Christian? No, era imposible, pero al menos, lo entendía y entendía, por encima de todas las cosas, que había necesitado desfogarse, desahogarse. ¿A ella también le habría pasado lo mismo?
―Gracias ―dijo simplemente.
Jane volvió a sonreír. La mecha rosa que llevaba en el pelo brilló cuando una de las luces de la calle la iluminó. Jane era muy buena chica, comprendió Jack. Siempre llevaba botas parecidas a las de soldado, pantalones o falda, una camiseta holgada la mayoría de las veces y su pelo, rubio con un mechón de color rosa siempre suelto
―Gira por aquí, y es al final de la calle ―indicó la chica―. El edificio de ladrillo rojo.
Era una calle secundaria, estrecha pero lo suficientemente ancha para que pasasen un coche junto a una moto. Jack paró frente al portal del edificio y apagó el coche.
―Bien, pues ya hemos llegado.
―Muchas gracias Jack, pero no tenías por qué.
―No iba a permitir que vienes hasta aquí con el frío que hace Jane.
La muchacha sonrió. Se quedaron en silencio mientras Jane se ponía el abrigo y la bufanda roja. Cuando estuvo lista, abrió la puerta y salió del vehículo. Fue hasta el asiento del conductor y Jack abrió la ventanilla
―Bueno ―dijo―, a ti ahora te toca ir hasta tu casa, ¿no?
―Sí. Me voy a la cama de cabeza.
―Sí, que mañana tienes que ir a la uni.
Jack se quedó extrañado pero Jane seguía hablando.
―Me voy, que hace frío. Ya nos vemos el jueves, en la próxima clase de esgrima, ¿no?―sonrió.
―Claro.
Se hizo un silencio momentáneo mientras que la chica buscaba las llaves de su casa en el
―Bueno ―empezó cuando las encontró―. Supongo que me darás dos besos de despedida.
La chica se acercó hasta él y Jack le dio un beso en la mejilla y cuando giró la cabeza para el segundo beso, Jane lo interceptor y sus labios chocaron, fundiéndose en un beso. Jack se quedó paralizado ante aquel contacto pero Jane no se separó, sino que reaccionó, besándole con ternura.
Cuando separó sus labios de los de él, lanzó un suspiro al aire que se convirtió en vapor al salir de su boca. Estaba a escasos centímetros de Jack, que la miraba con ojos muy abiertos y con los labios entreabiertos, sorprendido hasta la médula.
La chica lo miró intensamente y se mordió el labio inferior. Le había gustado. El muchacho la miró directamente a los ojos y lo vio: ella lo quería, lo amaba en silencio. No necesitó meterse en su cabeza ni que ella se lo dijera, simplemente aquella forma que tenía la chica de mirarlo lo decía todo.
Jane se separó más de él y colocó un mechón de pelo que le caía por la cara.
―Nos vemos el jueves Jack ―murmuró con suavidad.
Y sin decir nada más, abrió la puerta del portal y desapareció dentro.
Jack, en cambio, necesitó unos minutos más para llegar a reaccionar y subir la ventanilla, porque se estaba quedando helado.
Todavía seguía con la boca abierta.
―Me ha besado... ―murmuró.
Un poco más despierto, encendió el coche, le pisó al acelerador y se largó de allí en dirección a su casa. Las dudas le comían la cabeza.
¿Se lo debía contar a Victoria? Y si lo hacía, ¿qué iba a decir ella al respecto?
De todo el asunto, sólo sacó una cosa en claro:
Nota mental: cambiar de gimnasio de esgrima.

13 comentarios :

  1. Hoola!
    Mee ha encantadoo!
    Estaa muuy bieen, pero pobre Jane ¿no?

    Besetees, sigue escribiendo asi de bien.
    Bye

    ResponderEliminar
  2. A mi tambn me ha gustado

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegroo :D
      Por si no lo sabes, on capítulos que no tienen nada que ver con la historia de MEMORIAS DE IDHUN y se hacen mediante encuentas que cuelgo. El canador del concurso es el protagonista de un capítulo :D
      un beso y gracias por pasarte y dejar tu opinión ^^

      Eliminar
  3. Está buenísimo, esto tiene continuación? ojala que sí,porque yo también me quedé helada con el beso que le dio a Jack... Me pregunto qué pasaría si no se lo cuanta a Victoria y Christian le lee la mente...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te gusta? Gracias ^^
      Pues hasta que tu no me lo has dicho no se me había pasado por la cabeza hacerle una continuación, la verdad :D
      No creo que Jack lo cuente a Victoria lo del beso. Al fin y al cabo ha sido Jane la que se le ha lanzado >^< jejejeee
      Un beso Laura Gisela, y espero que te siga gustando la continuacion de Memorias de Idhún :D

      Eliminar
  4. Está muy bien, espero que puedas hacer una continuacíon para ver que pasa con Jane y el beso.

    Bssss :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola :D
      En principio este capítulo no iba a tener continuacion, pero ya eres la segunda persona que me lo pide xD Me lo tendré que pensar, sinceramente...
      Un saludo ;)

      Eliminar
  5. Respuestas
    1. Ups. Se me ha colado la D xD
      Gracias por darte cuenta. Ya esta cambiado :D

      Eliminar
  6. Me encanto!!tienes que seguir escribiendo qe se te da muy bien !!!
    Por cierto , la ultima pqrte es un poco inesperada pero mola.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Anónimo:

      Gracias por el cumplidoooo ^^ Sí, seguiré escribiendo, de eso no tengo duda :D
      La última parte...jejejeje... sí, más o menos xD
      Saludos!

      Eliminar
  7. jack si dibuja muy bien
    eso se decubre en la resistenca en ek capitulo 4
    cuando no saben donde estaba kirtash

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, yo pensaba lo mismo, además en el capítulo uno (creo) de despertar Jackson dicd o piensa que sus blocs de dibujos estaban llenos de bocetos solo de Victoria

      Eliminar

AL BLOG LE GUSTAN TUS COMENTARIOS! :)